domingo, 23 de junio de 2013

San Pedro de Atacama

Después de un tranquilo fin de semana en la casa de campo de un amigo, al llegar a la ciudad de nuevo, decidimos comprar unos pasajes para descubrir un nuevo lugar de este angosto y variado país. Resultó que el vuelo Santiago-Calama estaba en oferta, así que sin pensarlo dos veces lo compramos.

Allá nos fuimos, salimos de la capital un jueves de madrugada, justo cuando la ciudad empieza a despertar. Tomamos un autobús que partía del centro y recorría la gran avenida Alameda alejándose del bullicio entre la pesada niebla matutina. Unas horas más tarde nos esperaba el desierto.

Una vez en San Pedro empezamos a planear nuestros días, hay varios modos de conocer Atacama. En las calles de San Pedro hay una gran cantidad de agencias encargadas de organizar visitas por los lugares más espectaculares de la zona. También es posible alquilar una bicicleta y descubrir los parajes más cercanos, entre ellos la aldea pre inca Tulor de más de 2800 años de antigüedad.
Una vez que nuestras visitas estuvieron más o menos planeadas, con toda la ambición que para ello se requiere, decidimos celebrarlo tomando unos Pisco-Sour. Lo que no sabíamos es que nos encontrábamos a 2500 m de altura sobre el nivel del mar, es decir, 2000 metros más con respecto la ciudad de Santiago (nuestra altura natural), y eso, créanme, hace que dos piscos equivalgan a cuatro. Además unas nubes oscuras poco halagüeñas despidieron el día... y esa noche cayó una tormenta sobre el pueblo.

Cabe decir, que nos teníamos que levantar a las 3:30 de la mañana para ir a visitar los Geisers de Tatio, con lo que entre los truenos y la caña el despertador nos anunció entre sueños rotos el momento de prepararse y abrigarse para subir hasta los citados Geisers.
-Les aviso que vamos a subir 2000 m de altura, por lo que a medida que vayamos ascendiendo tendremos menos oxigeno, lo que implica que os iréis quedando dormidos... si alguien se marea o se encuentra mal por favor, avísenme.-decía el monitor, mientras repartía unas mantas para abrigarnos en el pequeño autobús.
Para bien o para mal, después de una hora de ascenso, los carabineros nos detuvieron para alertarnos de que el paso estaba cerrado debido a las fuertes lluvias y que era peligroso continuar... por lo que tuvimos que regresar a San Pedro. A las siete de la mañana continuamos con nuestro sueño partido, no sin muchas lamentaciones, como ustedes comprenderán.

Por la tarde una bonita visita nos esperaba: el Valle de la Luna. ¿Cómo podría describirlo...? es como estar en otro planeta, miles y miles de kilómetros de tierra estéril y en ocasiones cubierta de sal que quedó como vestigio de otros tiempos, cuando todo estaba sumergido bajo el gran océano Pacífico. Cuando el sol se pone la tierra toma un color purpureo que te hace pensar cuán mágico y misterioso es nuestro planeta.










Al día siguiente hicimos una excursión que nos llevó todo el día. Visitamos las lagunas Altiplánicas con parada en una aldea para almorzar, y ¡qué almuerzo!
Durante la primera parte de la visita estuvimos en un paraje cubierto de sal con grandes lagunas rosadas. En estas conviven una pequeña variedad de aves, entre ellas los flamencos, que por cierto, pasan gran parte del día alimentándose debido al diminuto tamaño de sus presas. Se alimentan de unos pequeñísimos crustáceos de color rosado, es por ello que los flamencos a medida que crecen van adquiriendo ese mismo color, ya que cuando nacen son completamente blancos.
El paisaje es altamente entretenido debido a la mezcolanza de situaciones que se dan, por un lugar la llanura infinita, en ocasiones cubierta de sal y en ocasiones de pura tierra, por otro el telón de fondo de los volcanes de la cordillera de los Andes, nevados.
Fue ahí dónde nos dirigimos durante la segunda parte de la visita, a las lagunas altipláncas situadas en los faldones de los volcanes, un lugar que no se sabría catalogar, simplemente precioso y único en el mundo.











viernes, 5 de abril de 2013

Un paseo por la isla de Chiloé

Es difícil concentrar en unas líneas nuestra experiencia chilota por eso me detendré en un episodio del viaje, donde después de dejar atrás la ciudad de Castro, nos dirigimos a la costa pacífica para descubrir el famoso Parque Nacional de Cucao –visita obligada-. Uno de los encantos de Chiloé es que hay pocos turistas, y los que hay suelen ser mochileros santiaguinos que van a disfrutar de sus vacaciones veraniegas con los amigos i/o la familia, un turismo que se funde y disfruta de la naturaleza. Esto hace que la isla sea prácticamente virgen.

Iglesia de Cucao, en todos los pueblos hay una iglesia, por muy pequeños que sean.
Caminos de Cucao, de camino al Parque.
Otro de los encantos remarcables del lugar es la admirable y baratísima red de autobuses de otra época que cubre las carreteras y caminos de la isla. Difícil es ver uno de estos vacíos, se llenan hasta el punto de tener que sacar la cabeza por la ventanilla para tomar aire. Pero la gente ríe y disfruta de los trayectos, aunque tengan que ir de pié y apretados como en una lata de sardinas. Es durante estos viajes donde descubres la esencia de la isla, de sus gentes. El autobusero es un miembro más de la gran familia chilota que acerca a todos a su destino correspondiente. Durante uno de estos viajes, subieron al autobús unos ocho obreros que regresaban a su hogar después de su jornada laboral en la carretera. Subieron alegres y ruidosos, pero a medida que la carretera se desplegaba bajo nuestros pies, sus voces y risas fueron aminorando sumiéndose en un silencio agradable y contemplativo. El conductor dejo a cada uno en la puerta de su casa, hasta ese punto se conocen en Chiloé.



Los cuatro turistas desubicados son claramente reconocibles, entre ellos, nosotras. Como podréis apreciar en las fotografías adjuntas las micros no tienen maletero, así que no les queda otra que cargar las mochilas en la cubierta, aunque parece un método no muy fiable, no conozco a nadie que haya perdido su equipaje de ese modo.

Y llegamos al Parque Nacional.

Este parque consta de varios senderos, pero como nuestra visita fue corta (un día) decidimos visitar la playa y recorrer-la. Pero ¡qué playa! No podría decir cuántos quilómetros tenía, la vista era incapaz de reconocer el límite… era infinita! Pareciera como si tuviera que salir de un momento a otro un brachiosaurus. Aquella playa estaba parada en el tiempo, las ballenas nadan a sus anchas en  aquellos mares –aunque son difíciles de ver-. De hecho, por esta gigantesca playa pasa la llamada corriente Humboldt, las aguas calientes de la cuál son conocidas y visitadas por varios colectivos de animales marinos, entre ellos las señoras ballenas y también los amistosos pingüinos australes.   
Un lugar maravilloso. Te sientes pequeño y dichoso, conceptos que no son contradictorios. Andar y  andar, notar el agua fresca en tus pies y la potencia de las bravas olas del océano Pacífico. La humedad, el fuerte olor a mar, los débiles rayos de sol, el constante sonido del romper de las olas, las gigantes conchas en proceso de sedimentación, la fina arena, los caballos escultóricos escondidos tras las dunas, las tranquilas vacas yaciendo sobre el espontáneo pasto. Esto era lo que nos esperaba en aquel rincón del mundo, cerca del llamado fin del mundo. Una gran experiencia.

A continuación les adjunto algunas fotografías que completan esta breve descripción, espero que se hayan hecho una idea del maravilloso lugar.

maite moreno








sábado, 19 de enero de 2013

Las torres de Carlos Antúnez

arquitectura moderna en los años 50


Estas torres, ubicadas en el corazón mismo del barrio Providencia (uno de los barrios más molones de Santiago), fueron de los primeros edificios que vimos al llegar. Nos impresionaron tanto que, desde entonces, siempre han sido un punto de referencia. Se trata de dos torres gemelas en forma de Y, de 24 pisos y unidas por un zócalo de equipamientos varios. Cada una de ellas contiene 330 departamentos y el número de habitantes por torre es de 1220. Un proyecto de vivienda social en la línea del movimiento moderno europeo.



No deja de ser sorprendente un proyecto de vivienda social de estas dimensiones, en un barrio donde la tipología residencial por excelencia es la casa aislada o el bloque modesto. Aquí hay una ambición mayor que es la de proyectar ciudad. El esquema público/privado se rompe, la acera difumina sus límites para convertirse en un gran espacio de encuentro e intercambio.

Carlos Barella e Isaac Eskenazi fueron los arquitectos que se encargaron no solo de las torres gemelas de Carlos Antúnez sino también del conjunto de viviendas de Nueva Providencia, conjunto ubicado detrás de éstas y que se compone de una serie de bloques de 5 pisos de altura rodeados por un gran jardín comunitario.

Estos bloques, aunque más escondidos, también son dignos de mención, pues sus dúplex demuestran una vez más la asimilación y práctica de los principios del movimiento moderno. Siguiendo el modelo de la Unité d'Habitation de Le Corbusier, los bloques están compuestos por departamentos dúplex en L que se van superponiendo a modo de tetris. Las piezas de los habitáculos tienen las medidas justas y parecen muy cómodos para desarollar las tareas cotidianas.

Bajo mi punto de vista el único punto débil que me gustaria destacar de estos edificios (tanto las torres como el conjunto) es que no están preparados para los fuertes rayos de sol de Santiago. Las viviendas se reparten de manera indistinta, parece que la insolación no fue un factor incidente en el proceso de diseño y las conocidas y sobresalientes celosías de La Unité parece que aquí no se tomaron como elemento protector.

Otro aspecto a comentar para finalizar esta pequeña reflexión, es el poco éxito que tuvo "la ciudad abierta" en santiago... a pesar del esfuerzo de los arquitectos por eliminar barreras entre el espacio público y privado... finalmente estos edificios se cercaron y ahora son los conserjes quienes se encargan de abrir la puertas hacia los jardines vacíos.

MM


domingo, 13 de enero de 2013

ciudad fragmentada


del colapso de la circulación viaria santiaguina...

Unos días antes de que el cambio de ciclo se produjera, según el calendario maya, ocurrió en Santiago un fenómeno meteorológico que no ayudó a apaciguar las profecías entorno al catastrófico fin del mundo. Y es que el miércoles 19 de diciembre de 2012 amanecimos bajo unas oscuras nubes bajas que ocultaban los cerros urbanos y la vista de la cordillera de los Andes, cambiantes siempre. La lluvia empezó y no paró en todo el día, sin prisa pero sin pausa, las siete se acercaban y en el trabajo nadie sabía cómo volvería a casa.

Ese día, previo a las fiestas consumistas navideñas, muchos fueron los que optaron por acercarse a los grandes “malls”, a pesar de las precipitaciones. Los santiaguinos están acostumbrados a los atascos, aquí llamados “tacos”. Pero el taco del 19 no fue como uno cualquiera… Según los periódicos, hubo gente que llegó a sus hogares a las 0:00 de la noche. La ciudad se paralizó y la lluvia no cesaba.

Explico todo esto como excusa para hablar sobre el tema del transporte, desde mi perspectiva como ciudadana y arquitecta. La ciudad cuenta con metro y bus. A pesar de eso, el sistema de metro solo alcanza, más o menos, una décima parte de la ciudad.  Vivir en un departamento cerca de éste medio de transporte es uno de los motivos de la subida del arriendo, ya que pocas son las zonas que cuentan con éste privilegio.  Son muchos los que lo utilizan: funciona muy bien, los convoys son rápidos y hay una alta frecuencia. El sistema de autobuses si que abarca toda la ciudad, pero en las horas punta no son nada rápidos puesto que tienen que manejarse entre los tacos, suelen ser muy lentos, incómodos y calurosos.

La mejor opción  para muchos ciudadanos, debido a la escasez de facilidades a nivel urbano, es la del auto, aceptando las horas perdidas en las largas colas y la necesidad de levantarse dos horas antes para llegar puntual al trabajo. Y es que no existe un punto de vista colectivo que contemple la relación entre comunas, ni planes que como objetivo contemplen la mejora de las conexiones entres estas. El colapso del 19 de Diciembre, demostró la necesidad de pensar en un plan a escala urbana entendiendo la ciudad como una unidad y no como un conjunto de fragmentos autónomos. 

MM

jueves, 1 de noviembre de 2012

De "carrete" por Bellavista

Bellavista és el barri bohemi de Santiago. El seu carrer més concorregut és l'anomenat Pio Nono, que connecta la Plaza Iltalia amb el Cerro de Sant Cristóbal. Durant el dia tot són restaurants, venedors ambulants, turistes (la majoria xilens) i gossos de carrer estessats i adormits sobre les voreres. Quan el sol es pon fa un gir radical: els restaurants es transformen en bars i clubs, els venedors ambulants canvien els braçalets per el fast food, els gossos es desperten i el carrer es comença a omplir de "carreteros".

Ahir vam acabar en un local força allunyat de Pio Nono: una casa antiga, apuntalada i mig en ruines a on tocaven cumbia en directe. Tot un lloc per descobrir, auntèntic!!
La beguda era molt barata: un terremoto (típic cocktel xilè) només 1000 pesos (1,5e). El terremoto es un mix de vi "de batalla", granadina i gelat de piña!








Lo mejor de esta instantánea son los espontáneos








Valparaíso, un paisatge de colors

A uns 130km de Santiago es troba Valparaíso. És la tercera ciutat de Xile, amb prop de 300.000 habitants. El seu desenvolupament econòmic ha estat tradicionalment lligat al mar, amb un dels ports comercials més importants de la costa pacífica d'Amèrica del Sud.

La seva fesomia és ben particular. Un total de quaranta-dos cerros, farcits de colors, ofereixen inifinitat de miradors sobre la ciutat i el mar, i configuren un escenari trepidant per recórrer, on cada racó es descobreix com un nou regal per als sentits.



Recorrem els seus carrers........

























lunes, 22 de octubre de 2012

Primeros pasos en la ciudad andina...

Llegada a casa de la sra Juanita!!

Y por fin, después de tantos preparativos,¡llegamos a Chile! Por la ventanilla del avión ya asomaban entre nubes los Andes, el telón de fondo de Santiago de Chile. La cercanía de la ciudad a las montañas hace que el clima sea muy variable: hay días muy frios, y sin previo aviso, días muy calurosos. Y el día de nuestra llegada nos recibió frío y nublado, aunque esa no fue excusa para descubrir lo desconocido.

Santiago es una ciudad de contrastes...



Vista de la Plaza Italia hacia los Andes (en esta ocasión no muy nevados).
La cordillera de los Andes se sitúa al oeste de la ciudad, por lo que son de gran ayuda para orientarse. Hacia el norte se sitúa el cerro de San Cristobal U
Una de las calles del barrio Bellavista (barrio bohemio).

Heladería en Lastarria. ¡Con gran variedad de sabores!